El tratamiento integral de la diabetes para todos los pacientes implica modificaciones en el estilo de vida, incluyendo cambios en la dieta y la implementación de actividades físicas.
El manejo adecuado de los niveles de glucosa en sangre resulta esencial para prevenir complicaciones relacionadas con la diabetes.
Los pacientes diagnosticados con diabetes mellitus tipo 1 son sometidos a un tratamiento que incluye la administración de insulina, complementada con recomendaciones dietéticas y ejercicio regular.
En el caso de los pacientes con diabetes tipo 2, la intervención inicial suele consistir en ajustes en la dieta y la práctica de ejercicio.
Si estas medidas no son suficientes para mantener un control glucémico adecuado, se recurre a medicamentos hipoglucemiantes, ya sea en forma oral o inyectable, como los agonistas del receptor del péptido 1 semejante al glucagón (GLP-1), insulina, o una combinación de ambos.
Algunos pacientes con diabetes requieren medicamentos adicionales para prevenir complicaciones asociadas.
Estos medicamentos pueden incluir inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (ECA) o bloqueantes de los receptores de angiotensina II (BRA), estatinas y aspirina.
En el caso específico de la insulina, su administración es esencial para los pacientes con diabetes mellitus tipo 1, especialmente en situaciones de cetoacidosis.
Además, muchos pacientes con diabetes tipo 2 también pueden beneficiarse del uso de insulina cuando las medidas convencionales no son suficientes para mantener un adecuado control glucémico.
La reposición óptima de insulina en la diabetes tipo 1 busca simular la función de las células beta, abordando tanto las necesidades basales como las posprandiales.
Esta reposición puede realizarse mediante múltiples inyecciones diarias con diferentes tipos de insulina subcutánea o mediante el uso de bombas de insulina.
Además, se ha introducido un preparado inhalatorio de insulina para aquellos pacientes que prefieren evitar las inyecciones.
La mayoría de las insulinas actuales son formuladas con tipo recombinante humano, minimizando reacciones alérgicas que eran más frecuentes en el pasado con insulinas derivadas de animales.
Se han desarrollado diversos análogos de insulina que varían en velocidad de absorción, duración y tiempo de acción.
Los tipos de insulinas se clasifican según su tiempo de inicio, pico y duración de acción.
Sin embargo, estos parámetros pueden variar entre pacientes y situaciones, dependiendo de factores como el sitio y la técnica de la inyección, la cantidad de grasa subcutánea y el flujo sanguíneo en el lugar de aplicación.
Las insulinas de acción rápida, como Lispro y Aspart, se absorben rápidamente y son útiles para controlar la glucosa durante las comidas.
Por otro lado, las insulinas de acción intermedia y prolongada, como la insulina isofano y la glargina, ofrecen un control más constante durante periodos más extensos.
Se han desarrollado dispositivos modernos, como lápices precargados y bombas de insulina, para mejorar la administración y comodidad en el manejo de la insulina.
Las bombas de insulina, en particular, permiten una administración continua y pueden ser complementadas con monitores de glucosa continuos para un control más preciso.
A pesar de los beneficios, el tratamiento con insulina conlleva ciertas complicaciones, siendo la hipoglucemia la más común.
Otros eventos adversos incluyen hipopotasemia, reacciones alérgicas locales o generales, atrofia grasa y la formación de anticuerpos anti-insulina.
El diseño de los regímenes de insulina varía para la diabetes tipo 1 y tipo 2.
Mientras que en la diabetes tipo 1 se busca replicar la función fisiológica de las células beta, en la diabetes tipo 2 se incorpora insulina cuando otros tratamientos no logran un control glucémico adecuado.
En ambos casos, la adaptación y ajuste de la terapia son fundamentales, requiriendo una colaboración estrecha entre el paciente y el profesional de la salud especializado en diabetes.