El arroz, integrante fundamental de diversas recetas que abarcan desde el extenso repertorio gastronómico de la cultura oriental hasta la occidental, desempeña un papel crucial en las economías globales.
En Argentina, el arroz con leche, apreciado postre infantil, ejemplifica su arraigada presencia desde temprana edad.
Además de su asequibilidad, este cereal ha sido siempre un pilar en dietas saludables, destacándose por su versatilidad al complementar platos principales o ser protagonista en comidas completas.
Sin embargo, un estudio de la Universidad de Harvard revela que aquellos que consumen arroz con una frecuencia de 5 raciones semanales tienen un 27% más de probabilidades de desarrollar diabetes tipo 2 que aquellos que lo consumen solo una vez por semana.
Es crucial tener en cuenta que existen distintas variedades de arroz, cada una sometida a su propio proceso de elaboración.
Por ejemplo, el arroz blanco, el más procesado, pierde nutrientes como el salvado, proteínas y vitaminas durante su refinamiento.
El estudio, llevado a cabo en individuos de Japón, China, Australia y Estados Unidos, evidencia que una porción de arroz blanco tiene un efecto similar al consumo de azúcar de mesa pura, generando un rápido y elevado aumento en los niveles de azúcar en sangre.
Aunque la recomendación no es eliminar por completo el arroz de la dieta, se sugiere optar por el arroz integral, rico en fibras, minerales y vitaminas, con menor impacto en los niveles de glucosa.
Cocinarlo con verduras, pescado o mariscos amplifica su aporte nutricional.
Para aquellos que buscan alternativas, cereales como la quinoa, avena, cebada, farro y amaranto ofrecen opciones nutritivas.
El orzo, pasta elaborada con sémola de trigo con forma de grano de arroz, se presenta como una atractiva alternativa visual que, al absorber agua, satisface a comensales exigentes y contribuye a reducir el consumo de arroz.